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A María Valentina Pabón Sepúlveda la natación no le llegó como un sueño, sino como una necesidad. A los cinco años, cuando una neumonía la obligó a buscar alivio en el agua, nadie imaginaba que ese remedio médico se transformaría, con el tiempo, en el lugar donde construiría su vida.

Prensa Mindeporte
XXIX Juegos Sudamericanos Esco

Al principio entraba a la piscina sin gusto; pero a los siete años algo cambió. El agua dejó de ser tratamiento y se volvió refugio. A los diez, ya competía en los escenarios nacionales, con un talento que parecía avanzar al ritmo de cada brazada y hoy representa a Colombia en las justas escolares de Asunción, Paraguay.

El camino hasta los XXIX Juegos Sudamericanos Escolares no fue sencillo. Cuatro fases duras, intensas y llenas de rivales que la obligaron a exigirse más allá de lo conocido. Cada entrenamiento fue una apuesta; cada día en la piscina, una afirmación silenciosa de que podía llegar más lejos. Su entrenador, Jairo Morales, acompañó cada paso de ese proceso largo, sostenido por la disciplina y la resiliencia que hoy la sostienen en las aguas internacionales.

Cuando recibió la noticia de su clasificación, la emoción y los nervios se mezclaron en un mismo latido. Sabía que podía lograrlo, pero ver su nombre en la delegación nacional fue la prueba viva de que el esfuerzo, la constancia y la dedicación abren puertas que antes solo parecían sueños. También sabía que el nivel sería fuerte: Brasil, siempre protagonista en la natación, aparecía como el rival a vencer. Aun así, Valentina viajó convencida de que Colombia tiene lo necesario para enfrentar ese desafío.

Reservada y serena, suele encontrar en sus padres el consejo y la compañía justa para navegar las dudas del deporte. Y si pudiera hablar con aquella niña de cinco años que inició en la natación casi a la fuerza, "Le diría que siga soñando, que entrene con amor, que algún día entenderá que el agua no solo le devolvió la salud, sino que nos regaló un destino".

Mientras la delegación colombiana brilla en Asunción y las medallas siguen llenando de orgullo al país, historias como la de Valentina recuerdan por qué estos Juegos Sudamericanos Escolares son tan importantes: porque allí, entre competencias y banderas, nacen los sueños deportivos de toda una región, se fortalecen los procesos escolares y se inspira a las nuevas generaciones que, desde las aulas y las piscinas, comienzan a escribir el futuro del deporte.