miércoles, 23 de julio de 2025
José García
Leticia (Amazonas), 23 de julio 2025. A más de mil kilómetros de las grandes piscinas olímpicas del país, en Leticia, en el corazón del Amazonas colombiano, vive una deportista que ya nada con la mirada puesta en lo más alto: María Fernanda Cahuache Ortiz. Con apenas 13 años habla con la convicción de que los sueños, cuando se entrenan con disciplina, se convierten en metas cumplidas.
No la conocí en persona. La distancia, como tantas veces, se sorteó con una videollamada. Al otro lado de la pantalla, apareció con su sonrisa amplia y mirada decidida. Se define a sí misma como alegre, fuerte y disciplinada, y su voz no contradice sus palabras. Tiene un tono firme, de esos que no duda, como quien ya ha aprendido a confiar en sí misma.
A los ocho años, se lanzó por primera vez al agua. Y no fue sencillo. "No sabía cómo defenderme", recuerda. Pero el miedo se fue diluyendo entre brazadas y respiraciones. Hoy, cinco años después, María Fernanda no solo nada: se transforma en el agua. Nada con pasión, con ganas de superación, con esa fuerza que tienen los que han hecho del deporte una forma de vida. "Cuando compito siempre quiero llegar de primera", dice con una sonrisa que no es arrogante, sino sincera. Su sueño es tan grande como el río que la rodea: representar a su región, a su país, y llegar algún día a unos Juegos Olímpicos.
Durante su relato habló de dos momentos que marcaron su camino como nadadora. El primero fue en octubre pasado, en una competencia de aguas abiertas. El río, con su corriente impredecible, la puso a prueba. "Me dio un poco de miedo, en algún momento me estaba llevando, pero saqué fuerzas y llegué a la meta". Y llegó con fuerza: ganó una medalla de bronce. Fue un logro que, al parecer, selló su compromiso con este deporte.
El segundo gran momento fue en los Juegos Intercolegiados de 2024. Representó al Amazonas en las finales nacionales en Manizales. Aunque no ganó, se sintió ganadora. "Fue muy enriquecedor", dijo. Conocer nuevos rivales, nuevas ciudades, nuevos entornos. Todo eso la transformó, como deportista, como persona. Y no olvida agradecer. Para ella, el apoyo del Ministerio del Deporte fue clave. Lo logístico, que muchas veces parece invisible, fue la base para que su sueño se hiciera posible.
Pero más allá del cronómetro, el agua y las medallas, lo que más impacta, de una manera sutil y orgánica, al hablar con María Fernanda es la fuerza de su entorno. La familia. Mientras ella hablaba, a su lado estaba su padre, Luis Fernando Cahuache Rodríguez. No interrumpía. Él solo Escuchaba. Observaba. Y en su mirada se leía mucho: orgullo, emoción, compromiso.
Cuando por fin habló, sus palabras fueron tan firmes como las brazadas de su hija: "María Fernanda es feliz practicando su deporte, y yo la voy a apoyar en lo que sea que ella quiera hacer. En la natación es fuerte. Cuando compitió en aguas abiertas, la corriente la retó. Yo me asusté y ella, sola, respondió y llegó". Él lo contó como quien sabe cuán impredecibles pueden ser el río, el agua y la vida, pero con la confianza de quien también conoce el talento y la fortaleza de su hija.
Y justo detrás de ellos, con una mano suave en el hombro de su hija, está Luz Mery Ortiz Ríos, la madre. Su voz es calmada, pero clara: "Mi hija me hace sentir demasiado orgullosa. Me gusta verla nadar, competir, vivir otras experiencias fuera de la región".
En ese pequeño instante, la cámara mostró mucho más que una entrevista. Me permitió ver una familia unida, fuerte, que camina de la mano, que sueña junta y que está dispuesta a nadar en aguas mansas y si toca, también en aguas turbias.
Así, con el impulso de programas como los Juegos Intercolegiados, el Ministerio del Deporte de Colombia no solo fortalece la niñez y el talento joven, sino que siembra futuro. Porque cuando una deportista como María Fernanda se enfrenta a una competencia, no lo hace sola: la acompañan su esfuerzo, sus sueños y un país que empieza a creer más en el poder transformador del deporte.
Alto contraste
Reducir
Aumentar
Ayuda
Centro de relevos