jueves, 25 de septiembre de 2025
A sus 43 años, Diana Cabezas volvió a la cancha después de años dedicada a su familia y lideró al equipo tolimense hacia su primera medalla nacional en baloncesto femenino.
Jesús Miguel de la Hoz - Prensa Mindeporte
Bucaramanga, 24 de septiembre de 2025. En la cancha, con el corazón acelerado y el sudor corriendo hasta el último segundo del partido, Diana Carolina Cabezas volvió a sentir aquello que la enamoró desde los nueve años: la emoción del baloncesto. A sus 43, con dos hijos, un esposo y una vida construida en Ibagué, volvió a ponerse la camiseta para representar a su tierra en los IV Juegos Comunales, donde junto a sus compañeras hizo historia: Tolima ganó por primera vez una medalla en baloncesto femenino en estos juegos.
"Los tiempos de Dios son perfectos", repite con calma, como si resumiera en esa frase todo lo que le tocó vivir para llegar hasta aquí. A comienzos de año, la mitad del equipo no estaba en condiciones. El sueño parecía lejano, pero la perseverancia, ese valor que el deporte graba en el alma, las llevó a superar cada obstáculo. "Somos un equipo consolidado desde hace dos años, vivimos en la misma comuna y eso nos ha permitido crecer juntas. En 2023 ganamos la departamental, y en 2024 volvimos a intentarlo. Nunca Tolima había pasado a un nacional en baloncesto femenino. Este año lo logramos y nos trajimos el bronce", cuenta con orgullo.
Diana conoció el baloncesto en las canchas del Complejo Deportivo de la 42, en la capital tolimense, donde pasó su infancia, adolescencia y juventud. Practicó varios deportes, pero fue el baloncesto el que la conquistó para siempre. "No sé qué tiene, tal vez el perrenque, el dar hasta la última gota de sudor, el no rendirse nunca, el seguir incluso cuando te golpean. Eso me enamoró".
Esa mentalidad de lucha la ha acompañado en la vida. Durante algunos años dejó la cancha para dedicarse por completo a su familia. Es madre de Juanita y Jacobo, y esposa de Felipe Roncansio, su compañero de vida y su mayor apoyo. "Han sido meses de entrenamiento muy intensos, llegábamos a casa a las 10 u 11 de la noche. Muchos fines de semana fueron solo básquet: desayunar, almorzar y cenar básquet. A veces uno deja de lado cosas de la familia, pero ellos siempre estuvieron ahí, empujándome".
Ese ejemplo también ha dejado huella en sus hijos: Juanita practica atletismo y Jacobo es jugador de waterpolo. Ambos han crecido viendo en su madre que el deporte no es solo una competencia, sino una escuela de vida. "El deporte enseña hermandad, lealtad, unidad, trabajo en equipo. Te muestra que los que están contigo en la cancha son una familia. Estás con ellos en las buenas y en las malas, dentro y fuera del juego".
Volver a competir le devolvió a Diana algo más que la emoción de jugar, le devolvió la identidad. "A veces, con los años, uno siente que lo van relegando. Por eso estos Juegos Comunales significan tanto: son un renacer para quienes tenemos más de 40. Es volver a vivir lo que se lleva en la sangre, a representar los colores de la tierra y eso no tiene precio".
Hoy, al mirar atrás, entiende que el baloncesto fue siempre más que un deporte: fue su maestro de vida, el que le enseñó a caer y levantarse, a trabajar en equipo, a no rendirse nunca. Por eso, cada vez que la pelota rebota en el piso, Diana siente que también rebota su historia. Una historia de amor por el juego, por su familia y por la vida misma.
Alto contraste
Reducir
Aumentar
Ayuda
Centro de relevos