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Boyacá, agosto 14 de 2025. Continúa el Encuentro Nacional de Campamentos Juveniles en Paipa y el segundo día comenzó con energía y orden. La izada de bandera, bajo un sol radiante y un viento frío, marcó el arranque de la jornada. Frente a las astas, los campistas se formaron con firmeza mientras el tricolor ascendía lentamente.

Foto: La delegación de Risaralda está conformada por 21 campistas
Un día de Campamentos Juvenile

Más que un acto protocolario, fue un momento solemne que evocó respeto. El tricolor ascendió lentamente, ondeando en el viento de la mañana y recordando a cada participante que es embajador de su tierra. Un instante cargado de significado y el preámbulo de una jornada intensa: 97 kilómetros de recorrido que unirían historia, tradición y paisajes.

El Pueblito Boyacense, en Duitama, una postal viva de la arquitectura y el encanto de la región; Nobsa, la cuna de la ruana, donde los telares parecían latir al ritmo de las manos artesanas; Monguí, el pueblo de los balones y el imponente Pantano de Vargas, testigo de una batalla crucial en la Independencia de Colombia que tuvo lugar el 25 de julio de 1819.

El bus número nueve, reservado para la delegación de Risaralda, se convirtió en un microcosmos de risas y cantos. Fueron 21 campistas, que con el entusiasmo a flor de piel, transformaron cada kilómetro en una oportunidad para compartir anécdotas. Entre paisajes de montañas verdes y cielos despejados, las ventanas se volvieron marcos para la memoria, y las paradas, capítulos de una historia que vivirían juntos.

Desde un improvisado duelo musical de plancha y reguetón hasta conversaciones al borde del camino, cada momento estuvo lleno de cercanía y camaradería. Un recorrido turístico de aprendizaje, en el que Risaralda llevó su energía por Boyacá y, a cambio, regresó con historias, sonrisas y un pedazo del espíritu boyacense.

Y es que cada uno de los integrantes de la delegación vive este programa con un compromiso que trasciende la simple asistencia. "Estar en Campamentos Juveniles es hacer parte de los posibles mundos imaginarios con los que podemos transformar nuestros territorios, a través de la metodología que se maneja, podemos cambiar vidas que permitan lograr cambios en cada una de nuestras regiones", destacó José Armando Arturo, campista de Risaralda. 

Esa responsabilidad la viven con una devoción única. "Aquí se viven momentos llenos de alegría, hermandad y unión. Compartimos experiencias únicas, aprendemos de los demás y crecemos juntos, reímos, creamos recuerdos y sentimos la felicidad de pertenecer a una gran familia", dijo Estefanía Valencia.

Al caer la tarde, con el sol escondiéndose tras las montañas boyacenses, el eco de las risas y las canciones aún resonaba en el bus. No era solo el final de una jornada intensa, sino la confirmación de que la esencia de los campamentos vive en cada experiencia compartida, en cada puente tendido entre culturas y en la certeza de que estos jóvenes regresarán a sus hogares con más que recuerdos: con la convicción de que son parte de una generación capaz de inspirar y transformar.