jueves, 02 de octubre de 2025
José García Brito - Prensa Mindeporte
En las calles cálidas y coloridas de Quibdó, donde el río Atrato acompaña la vida diaria y la música nunca falta, nació David Chávez, un joven de 14 años que hoy representa a su tierra, con el baloncesto, en los Juegos Intercolegiados, fase regional Pacífico.
David vive con sus padres y sus hermanos. Su mamá, secretaria en un colegio, es la voz serena que siempre le recuerda que la educación abre caminos. Su papá, apasionado por la política, suele pasar horas conversando sobre cómo mejorar la ciudad. "Gracias a mis papás, yo creo que hoy estamos donde estamos. Ellos siempre nos han apoyado, nos regalan su tiempo y nunca nos dejan solos", dice David con gratitud, consciente de que no todos los jóvenes en Colombia cuentan con una familia tan unida.
Habla con orgullo de sus hermanos mayores, ya en la universidad, ambos estudiando ingeniería de sistemas. Para él, son ejemplo de disciplina y esperanza. Su familia, confiesa, es su mayor bendición.
Pero la conversación con David también deja ver el amor que siente por Quibdó. Reconoce con sinceridad que la violencia a veces nubla el panorama, pero insiste en que su tierra tiene un corazón alegre, fiestas patronales que llenan de vida cada rincón y una gastronomía que sabe a hogar. "Lo único que quisiera es que algún día en Quibdó pare la violencia. Lo demás es hermoso", dice con una madurez que sorprende a su corta edad.
Desde los 9 años, el baloncesto lo acompaña como un refugio. En la cancha encontró disciplina, amigos y sueños. Admira a LeBron James, a quien observa como ejemplo de esfuerzo y fortaleza. "Siempre trato de dar lo mejor de mí en este deporte. No siempre se gana, pero siempre lo intento", cuenta con una sonrisa. "El baloncesto me cambió la vida: me mantiene enfocado, lejos de lo que no sirve, y me da alegría en cada entrenamiento".
Su ilusión va más allá de los tableros escolares: sueña con llegar a la NBA. Y, si el destino no lo lleva por ese camino, se ve convertido en abogado, convencido de que desde la política también podría transformar su tierra.
Hoy, en Buga, David se mide contra otros talentos del Pacífico, buscando un cupo en la gran final nacional de los Juegos Intercolegiados en Cali. Más que un jugador, es un joven que carga consigo la esperanza de su familia, la esencia de Quibdó y la ambición de abrirse caminos grandes, dentro o fuera de la cancha.
Y es justamente allí, en Buga, donde los Juegos Intercolegiados cobran su verdadero sentido: son una competencia y también son un escenario de transformación y oportunidades. Cada pase, cada canasta y cada esfuerzo representan la posibilidad de construir sociedades más justas y jóvenes más fuertes.
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